Walkman




Ya lo llevaba viendo hacía unos días. Agarrando polvo y olvidado en un rincón de la casa. ¿Quien iva a utilizarlo, si existían tantas otras maneras para escuchar música? ¿Quien iva a apretar sus botones? Pestañas sobresalientes en una superficie plana. Me acuerdo cuando el cd sustituyó al casete y nos equipamos con los discmans. Frágiles, daban tumbos en mi bolsa hasta que su lector se dañaba y me hacía recordar con nostalgia mi reciente olvidado walkman. Pero antes de volver la vista atrás y empezar a rebobinar con bolígrafos aparecía la música intangible, la melodía sin objeto, las notas envasadas quien sabe donde y todo se torno ligero y aparentemente imperecedero y fácil de descargar. El walkman, el discman, casets y cds fueron poco a poco inútiles que me acompañaban pesadamente a donde iba, cansados de no girar, de no hacerse escuchar. 


- Hasta un teléfono podía deleitarte con su música enlatada. Y uno tan contento - 


Ya tenia un dedo de polvo este walkman que ahora reencuentro, cuando fui al cine a ver Súper 8. Gran film hecho de recuerdos, cargado hasta en su textura de ciertos reflejos del pasado. En pleno viaje vi a un chico que trabajaba en una gasolinera escuchando, con auriculares espumosos, música a través de un walkman. Un señor más mayor le preguntaba al distraído chico que era ese artilugio que permitía escuchar música de manera autónoma y desplazándose, el chico espasmodicamente, respondía: Es un walkman! Había nacido la posibilidad de ver al mundo con música, de acompañar tus días con una banda sonora, cada vez distinta. 

A propósito de este hecho, veía hace unos días una iniciativa que consistía en preguntarle a la gente, en distintas ciudades del mundo, aquello que estaban escuchando en sus reproductores. Me sorprendió la infinita variedad de músicas, la cantidad de gente que anda viviendo acompañado de melodías. 


- Que linda manera de vivir, frente al ruido. Y después aperitivos de silencio y buenas conversaciones -

La pasión por la música continúa y se hace más y más popular, navega libre por multitud de canales. Y ahora que los oiéntes hemos agarrado las riendas, dictamos a voluntad la manera de consumir esas notas que nos hacen vivir la fantasía del sueño sonoro. Ya nadie nos puede decir como escuchar.

Así que uno empieza a ver que pese a que los abandonamos, se vuelve a mirar con ojitos chispeantes a aquellas cintas de casete, salvadas de los traslados, se encuentra comprando vinilos en mercados al aire libre, arreglando reproductores, comprando pilas, agarrando y apretando los botones de un no tan viejo radiocasete. 

- Hasta las melodías se tiñen de cierto rewind -

Comentarios

Entradas populares de este blog

Hablando de teatro con Macarena García Lenzi

Tele Programación