Lo que oímos primero (*)
<<
Escuchar es un acto difícil requiere tomarse tiempo. Muchas veces no tenemos tiempo para escuchar. Escuchar
requiere abrir la mente >> (Ricardo
de Cala)
<< Somos criaturas musicales de forma innata
desde lo más profundo de nuestra
naturaleza >> (Stefan Koelsch)
<<…si le duele la cabeza, tiene tos, el
zapatito le aprieta… o no le salen los deberes…escuche
estos discos y ¡ Santo remedio! >> (En un disco de María Elena Walsh)
Existe un vínculo afectivo íntimo y ancestral
con la música. Algo nos conecta de manera animal a ciertas melodías.
Reaccionamos casi sin saber el porque, de determinadas maneras, ante ritmos
determinados, como arrastrados, por los latidos de nuestra especie, como llevados
por la energía que ilumina las estrellas. Este arte que creamos, nos acompaña y
nos protege, nos alerta y nos recuerda. Este legado sonoro, nos explica de
manera encriptada algo que podemos intuir aprendiendo, escuchando atentamente,
relacionándonos abiertamente, compartiendo o llamando a nuestro ser callado
interno. Motivos, hazañas, descubrimientos, secretos que de otra manera no se
podrían explicar y que nos rodean y nos susurran ya de muy temprano, para
abrirnos un camino de descubrimientos aún por conocer, para desvelarnos una
atmosfera que en cierto modo, es gratis, libre y está repleta de información,
al alcance de todos desde que nos salieron un par de oídos en nuestras cabezas.
Oír sonidos, ruidos, música, voces, es una
manera de no sentirnos solos ante el mundo. Sentir vibraciones cercanas,
propias, ajenas, es una manera de sabernos protegidos, de reconocernos vivos.
Percibir ya, antes de nacer, esas vibraciones exteriores, nos permite
prefigurar lo que un día vendrá y veremos. Imaginar un ambiente, una realidad
antes de verla, solo con sonidos, genera también posos de saber y amor que
parecen configurar nuestra manera de encarar las situaciones futuras; dándonos
herramientas para lidiar con nuestro modo de ir comprendiendo una realidad cargada
de trifulcas emocionales de todo tipo. Escuchar es aprender y este aprendizaje
ya se produce antes de salir del vientre de nuestras madres.
No hemos nacido y parece ser que ya vamos
recibiendo, como algunos autores denominan, “informaciones sensoriales” que nos
permiten ir preparándonos para la adaptación a un determinado entorno y saber
ya identificar quienes son nuestros seres queridos próximos. Nuestros padres,
por ejemplo, fueron al principio, voces cálidas, próximas y acariciantes. La
música, como confirma más de un estudio y experiencia vecina, escuchada por una
madre que espera un hijo y por éste que se está formando, configura atmósferas
emotivas que en muchos casos facilitan una mejor armonía en el desarrollo de un
proceso, delicado y cargado de vaivenes emocionales, para el organismo. La
música pasa a ser una experiencia enriquecedora y compleja que nos nutre antes
de ver rayos de luz.
<<
A partir de la semana dieciséis, el bebé recibe en sus oídos las melodías de la
música, pero también de manera simultánea recibe la sensación que su madre le
transmite a través de la sangre que le llega por el cordón umbilical. Las
emociones viajan como información en el torrente sanguíneo, llevándole al bebé
aquello que su madre siente en ese momento (…) >> Gabriel F.Federico (pres. ASAM. Asociación Argentina de Musicoterapia).
Contrarrestaría estas palabras la iniciativa
creada por la ONG Casa de la Cultura de la Calle que creó el CD titulado Canciones
de Cuna, con el objetivo << que los chicos encuentren en la música un
lugar de expresión y de producción >>. En él encontraremos canciones cuya
letra está escrita por chicos de 7 a 21 años y compuesta e interpretada por
músicos entre los cuales se encuentran: Ricardo
Mollo, Hugo Fattoruso, Luis Alberto Spinetta, Pedro Aznar, Damien Rice, etc.
Al aterrizar al mundo, uno ya viene entonces
con un equipaje emocional rico en matices. Hay quien dice que su llanto ya le
delatará. Lloramos en el idioma que luego hablaremos. Y durante un tiempo
entenderemos más las palabras por su tonalidad, que por su significado. Antes
entonces, de que sepamos que es la música, ésta ya nos está comunicando
sensaciones, estimulando nuestra mente, aportándonos contenidos, enriqueciendo
nuestra imaginación, comentándonos mecanismos vitales y estableciendo lazos
afectivos.
Aunque muchos no las recordemos, para la
mayoría, las primeras melodías fueron cantadas por nuestros progenitores. Estas
primeras relaciones musicales, al parecer, están en peligro de extinción, tal y
como se recoge en un estudio musicológico reconsiderado por la docente de la
Universidad de Pamplona, Graciela
Valbuena Sarmiento: << Según el estudio musicológico de Claudine
Antoine sobre las berceuse, estos cantos se encuentran en vía de desaparición,
debido a que su transmisión oral es difícil y las madres no los cantan ya, o
simplemente los desconocen. Una encuesta parisina muestra que el 80% de las
mamás utilizan cajas musicales en el momento de acunar a sus hijos. Es
importante realzar el hecho transformador que aporta la canción de cuna o
berceuse, ya que éste permite a la madre expresar sus emociones y a su vez
permite al bebé sentirlas>>.
Venga de máquinas o de personas, proceda de la
radio, la televisión, del cine o del patio de luces, la música crea un
escenario que se recordará y acompañará a la persona a lo largo de los años.
Así cada generación guardará profundos lazos de conexión con sus melodías. La
joven industria de los medios de comunicación es rica en ejemplos, en cuanto a
la fabricación de productos sonoros y audiovisuales, para ojos y oídos recién
llegados. Encontramos así films ya
clásicos como Fantasía (1940), pieza
en cierta manera experimental y cuyo análisis merecería como los ejemplos
señalados a continuación, un estudio a parte, grupos creados expresamente para
conquistar a jóvenes públicos como Regaliz
(1980-1983), Parchís (1979-1985), Sport Billy (1981 se edita su primer
álbum), Nins (1974-1986?), Los Minipop (1982), siendo en muchos
casos desapercibidos intérpretes de la banda de sonido de algunas series de
dibujos animados. También aparecen solistas que dedicaron gran parte de su
carrera a crear e interpretar piezas para un público abierto a nuevas sonoridades.
Entre otros, encontramos a grandes
profesionales, músicos y docentes como Walter
Yonsky (1937-2002), Maria Elena
Walsh (1930-2011), Enrique
Fischer/Pipo Pescador (1946), Julieta
Magaña, Maria Teresa Corral o Judith Akoschky.
No siendo un producto de la industria
audiovisual, pero si una creación de las artes escénicas, a modo de apunte,
merecería especial mención el acercamiento de la música a los niños, a través
del teatro, ya sea con la creación de Óperas para niños o los llamados
Musicales Infantiles.
El curioso que se sumerja en estas obras,
descubrirá un rico panorama de creaciones musicales, con un variado reparto de
protagonistas que van de parejas de carne y hueso, payasos, pasando por muppets
famosos, animales simpáticos, tríos de insectos, monstruos divertidos, otros
niños con sus cantos distraídos realizados en el recreo, etc. Un viaje sonoro
donde la música se disfraza de múltiples maneras, en lo que son propuestas
diversas de acercamiento a un público aún por explotar.
Cuando pasamos de escuchar música a hablar de
experiencia sonora, de consumir música a adquirir aptitudes auditivas, pasamos
de oír a escuchar, cuando en definitiva la actitud es detenida y emocionalmente
atenta ante el fenómeno musical, las fronteras y los muros que a veces la
imagen que la industria musical había creado se van disolviendo o al menos, y
debido a que los niños también crecen en contextos distintos musical y
socialmente hablando, se van ideando propuestas donde se facilita la
participación y el disfrute conjunto entre padres e hijos, en espacios donde
prima la experimentación frente a frescas sonoridades, la contemplación de
nuevas vías de escucha, la posibilidad de autoproducción de contenidos sonoros
y aprendizaje de nuevas maneras de relacionarlos con una arte que se ha mirado
a veces desde un punto de vista, muchas veces, acotado.
Quizás se creyó que el niño no estaba preparado
para comprender o para participar de unas determinadas composiciones o actos musicales,
pero poco a poco se ha visto, y ya hay niños que se encargan de demostrarlo
personalmente a diario, que la supuesta inocencia en este sentido es totalmente
impuesta y que nada tiene que ver con una relación que parece ser más
provechosa y estimulante cuanto más desinhibida y sin tabús está construida.
Así se entiende al ver propuestas como Minimúsica que inició su actividad en
2006 y que se autodefine como << una propuesta pionera a la hora de
ofrecer contenidos musicales a los hijos de toda una nueva generación de
padres, llevándose a cabo en numerosos escenarios >>, Sonarkids, extensión paralela al Sonar, Festival Internacional de Música Avanzada y New Media Art, que se crea como << propuesta cultural,
lúdica y pedagógica (…) está pensado para que niños y padres aprendan
disfrutando de la música, el arte y la tecnología de una manera original e
innovadora >>, Festival Minipop
que el mes próximo presenta su segunda edición y que se ha convertido en un
reclamo cultural muy apreciado por las familias, su directora y madre Nuria Serrano: << Si nos lo
pasábamos bien yendo a conciertos, ¿por qué no podemos continuar disfrutando de
la mano de nuestros hijos? >>,
las actividades del MIMMA (Museo
Interactivo de Música de Málaga) << El planteamiento expositivo que
se propone en el MIMMA emplaza al visitante a un diálogo con la exposición.
Mediante los carteles “Se ruega tocar-Please, play” se anima al público a
aprender por medio de la propia experimentación física >>, La Casa Encendida de Madrid con la
experiencia Pía Pía Piano que
<< nace con la intención de propiciar a los pequeños un primer encuentro
con la música en directo que despierte su interés, su emoción y su capacidad de
escucha (…) >>, o la importante tarea desempeñada por la conjunción de
esfuerzos traducidos en acciones conjuntas como el MOMUSI (Movimiento de Música
para Niños) que <<reúne, hace más de quince años, a una decena de
bandas y solistas que hacen música infantil con una lógica anti Disney. A
partir del respeto y la no subestimación por los más pequeños, brinda
herramientas para que conozcan, desde temprana edad, géneros diversos: desde
rock hasta folklore >>, o el
movimiento que crea el sello Papagayo
Azul y el sitio web Butiá, llamado MOCILYC
(Movimiento de la Canción Infantil Latinoamericana y Caribeña).
Y mientras el debate y las investigaciones
siguen abiertas, las chicas, los chicos siguen escuchando y necesitando más y
más espacios donde desarrollar su creatividad y poder a la vez compartir con
sus familias momentos de entretenimiento enriquecedor. Nunca estarán de menos las propuestas
que den cobijo a la multitud de creaciones que de forma espontánea ya navegan
por la red o surgen en espacios nuevos e improvisados, véase sino la creciente
colección de batallas poético-musicales que surgen alrededor del Encuentro Underground Halabalusa, que
nació como iniciativa entre amigos y que difunde la pasión por el hip hop, a
gentes de todas las edades, como lo hace también la bailarina Andrea Servea con
su taller de breackdance en la
plaza Garay de Constitución.
Experiencias con más o menos recursos que
señalan otros acercamientos de la música y sus artes anexas a un público
pequeño en edad, pero cada vez con más herramientas para saber lidiar y reformarse
con lo que dentro del vasto abanico musical existe.
(*) Este texto también puede encontrarse en leedor.
(*) Este texto también puede encontrarse en leedor.
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